MICHOACÁN,
24 de julio.- La travesía para conocer la costa michoacana inicia en
Lázaro Cárdenas. Desde este punto, la playa más cercana es Playa
Azul, a unos 15 kilómetros de distancia.
En
temporada baja, la calma inunda la orilla de la playa, ideal para
quienes buscan alejarse de las multitudes y el ajetreo de las grandes
urbes, pero en temporada alta los bailes y cantos a ritmo de los
acordes de cualquier guitarra alrededor de las fogatas, bajo la luz
de la luna no se hacen esperar.
En
Semana Santa esta playa es como “una gran habitación” dice
David, habitante de Playa Azul, al recordar la temporada en la que
turistas de todas partes instalan sus tiendas de campañas a orillas
del mar.
Esta
playa es reconocida principalmente por sus campamentos tortugueros.
Incluso cada año, durante el mes de octubre se lleva a cabo el
Festival y Exposición de la Tortuga Marina, donde se ofrece todo un
programa diseñado para crear conciencia ecológica entre los
visitantes, con temas alrededor de la especie marina, como
estrategias de protección y conservación.
A
pocos minutos de esta playa se encuentran los esteros de Santa Ana y
Barra de Pichi, desde donde, a bordo de unas lanchas se realiza un
recorrido para observar diversas especies de aves acuáticas y
cocodrilos.
Caleta
de Campos, una bahía apacible
A
50 kilómetros de Playa Azul, Caleta de Campos ofrece otra vista de
Michoacán. Por ser una bahía, esta playa es ideal para pasar largas
horas nadando en el vaivén de sus olas moderadas, asolearse y
disfrutar de la tranquilidad que brinda el paisaje.
Aquí
la diversión está arriba de una tabla de surf. A lo largo de todo
el día se observa a niños y a jóvenes dominar cada ola, subidos en
sus tablas.
En
vacaciones incluso algunos lugareños dan clases de surf, como
Germán, un joven de 23 años, de piel bronceada, cuerpo atlético y
tono amable, quien desde los nueve años practica este deporte. “No
debes tenerle miedo al mar, pero sí respeto”, señala Germán como
el primer paso para aprender a surfear.
Mantener
el equilibrio es otro aspecto importante en la lista para aprendices
de surf, “es como andar en bicicleta, si tienes equilibrio ya estás
del otro lado”, dice Germán.
“No
intentes nadar en el mismo sentido del mar, nunca saldrás”, afirma
Germán al ver a una turista cansada de tanto nadar sin poder llegar
a la orilla, y recomienda: “hay que nadar de lado”.
Después
de una tarde soleada y con los tips para
surfear ya guardados en la memoria, es momento para degustar un
platillo de mar, bajo alguna de las enramadas situadas a orillas de
la playa, que pueden ir desde unos camarones a la mexicana con
quesillo (la especialidad de Germán), hasta una mojarra frita con
papas, arroz y ensalada; sin olvidar los ceviches y cocteles, todo
acompañado de un coco frío y la vista del atardecer cayendo en la
bahía.
Durante
el día, Caleta de Campos es una buena opción para quienes desean
aprender a surfear, pues si bien es mar abierto, la bahía permite
que las olas no sean tan grandes, ni lleguen con tanta fuerza; por la
noche es ideal para disfrutar de su tranquilidad bajo la luna y la
luz de su faro alumbrando todo.
Aquí
es posible acampar, aunque este pequeño poblado también
cuenta con hotelitos con todos los servicios.
Nexpa,
sueño de surfistas
Al
siguiente día, otra playa espera. Esta vez la aventura es mayor. A
sólo 15 minutos en auto, por la carretera, está Playa Nexpa, el
paraíso de surfistas.
Aquí
las olas imponen. No es una playa para meterse a nadar, advierten los
lugareños, debido a la fuerza y la altura de las olas.
En
temporada baja parece un pequeño pueblo olvidado; sin embargo se
observa a un par de extranjeros saliendo de sus cabañas para
disfrutar de un rico desayuno en alguno de los restaurancitos
de la playa. Por la tarde se mira a los lugareños tomar la siesta
mecidos en alguna hamaca que cuelga afuera de las cabañas. Es
inevitable recordar aquella canción que, con tanta razón, afirma
que “en
el mar la vida es más sabrosa”.
En
cambio, en temporada alta Nexpa es el punto de reunión de cientos de
surfistas nacionales e internacionales, quienes hacen de las olas sus
más fervientes amantes.
Desde
las siete de la mañana, los deportistas se adentran para dominar
cada una de las olas que les regala esta playa. Las horas pasan y
sólo se ve a los surfistas entrar y salir del mar sólo para comer
algo que les de energía.
Familias
y grupos de amigos se hospedan en las cabañas que se alquilan aquí,
con todos los servicios necesarios. Las hay desde 150 pesos la noche,
para albergar hasta cuatro personas, o bien, hacerse de un espacio
para acampar, ya sea en la playa o en alguna área verde al interior
del pueblito.
En
esta playa los lugareños también ofrecen clases de surf y hay
tiendas donde es posible rentar una tabla por 130 pesos todo el día,
o bien por 50 pesos cada hora.
Aunque
pequeño, el poblado de Nexpa tiene todo para instalarse varios días:
restaurantes, tiendas, internet, e incluso servicio de masajes, para
después de una larga jornada de surf, y hasta un temascal para
relajarse.
Aquí
el idioma no importa: brasileños, canadienses, estadunidenses y
mexicanos por igual conviven como si de viejos amigos se tratara.
Platican sobre trucos sobre olas, de tablas, del tiempo que
permanecerán y los planes que tienen para pasar la noche.
Y
es que cuando el sol desaparece, Nexpa se pinta de fiesta. Con las
cabañas repletas de turistas, la playa se llena de tiendas de
campañas y se ilumina con las fogatas que invitan a platicar, cantar
y bailar entre amigos. Pareciera que el día tiene más de 24 horas.
Pichilinguillo
para bucear
Después
de la fiesta y adrenalina sobre olas, otra opción más tranquila
para pasar el día es la playa de Pichilinguillo. Está ubicada a 40
kilómetros de Nexpa, con dirección a Colima.
Esta
playa es considerada como la alberca marina de la costa michoacana.
Su oleaje suave y aguas verde esmeralda son aptas para el
buceo.
Esta
playa es una excelente opción para visitar en familia, pues por su
forma de caleta es ideal para que los pequeños se sumerjan en sus
aguas tranquilas. También es posible practicar la pesca, pasear en
lancha por sus grutas, disfrutar de las aguas termales que están muy
cerca de la playa y el contacto con la naturaleza.
Pichilinguillo
cuenta con búngalos para hospedarse y también es posible acampar a
orillas de la playa.
Maruata,
la playa de Dios
Aunque
hay muchas playas por visitar en la costa de Michoacán, y en un
paseo en carretera se antoja visitarlas todas, Playa Azul,
Caleta de Campos, Nexpa y Pichilinguillo son algunas de las más
reconocidas. Pero en nuestro recorrido no podía faltar Maruata,
famosa por la formación rocosa que brota del mar: el Dedo de
Dios.
Sus
aguas apacibles son perfectas para disfrutar de un día sin
preocuparse de que las manecillas del reloj avancen sin control.
Esta
playa parece tener un embrujo especial que hace que todo se olvide.
Además
de disfrutar de la naturaleza y pasar horas sumergidos en sus aguas
tranquilas, también es posible hacer paseos a caballo y excursiones
a Maruata Viejo, una bahía protegida y pequeña, desde donde se
realizan paseos en lancha para practicar buceo, esnorquel y pesca.
Los lugareños ofrecen este servicio a los turistas por un precio muy
económico.
También
es posible visitar los jacuzzis naturales que se encuentran muy cerca
de Maruata, así como los campamentos que ayudan al estudio y la
protección de la tortuga marina.
Así,
sin una gran infraestructura turística, el encanto de la costa
michoacana radica en su belleza natural, un espacio ideal para
practicar surf, la calma que ofrecen sus playas, y la convivencia con
su gente, donde pareciera que, durante un viaje anterior, se hubiera
olvidado a un buen amigo que se vuelve a ver después de mucho
tiempo.
Publicar un comentario